martes, 5 de octubre de 2010

De como la esencia nos subyace



Ellos con cincuenta años de casados y una vida feliz por momentos (más no existe, no jodamos) decidieron ir al museo movidos por esas ganas de no volverse chatos, de que el tiempo no les quite la capacidad de ver y disfrutar de una buena pintura. Siempre compartieron ese amor por el arte pictórico pero ahora también comparten ese miedo a la pérdida de sus capacidades intelectuales. Algunos amigos, un par de hermanos más grandes y ni que hablar de sus padres, están ya todos muertos.
Hoy, con sus hijos grandes, ya nadie más depende de ellos (más que el uno del otro). Ninguno quiere morir último, porque al fin y al cabo quedarse sólo es peor que la parca misma. Y el amor que se profesan no puede con eso.
Se sentaron a observar el cuadro, él absorto en vaya a saber uno qué... Con la mirada melancólica, de repente empieza a hablar de una casa de su infancia, de sus perros que están en el patio. Del olor a asado..
Ella asustada: - Viejo, qué decís che?!
- Nada, que extraño eso. No es demencia es sólo mi tango que suena fuerte.