lunes, 30 de agosto de 2010

La caja de las llavecitas


Heredó ese mueble del abuelo, que lo tenía como una reliquia en el lugar central de su living. Cada vez que íbamos a esa casa fantaseabamos y fabulabamos miles de historias.
Eramos en total cinco primos y al final, el abuelo (no sabíamos bien en ese momento por qué) se lo dejó a Tomás. Yo estaba contenta porque mi abuelo, que era un tipo muy sensible y perceptivo me había dejado su colección de libros de papel biblia. Todos los clásicos de la literatura, sabiendo que la lectura es mi refugio.
Tomás llevó "la caja con llavecitas" (asi le deciamos de chiquitos) a su casa y decidió ponerla en el vestíbulo.
Siempre fue un misterio el orden de los números, que van correlativamente hasta encontrarse de repente, por ejemplo, con un 182 entre el 150 y el 152. Pero se nos presentaba una incógnita aún mayor con respecto a los casilleros abiertos y a los cerrados. Mi abuelo tenía una bolsita de tela donde conservaba todas las llaves, salvo dos: justamente las que abrian el casillero 180 y el 182. Mi abuelo decía que cuando lo compró en una feria, el vendedor le dijo que no las tenía.
Tomás se empecinó en querer abrirlos y consultó a un cerrajero. Éste le dijo que de ninguna manera iba a arruinar un aparato tan antigüo y se fue así nomás.
Entonces, mi primo empezó a llenar los demás compartimentos con cositas, chucherías. Uno contenía flores secas, en otro unos anillos que pertenecían a la abuela, en otro una lapicera que le regalaron cuando terminó el secundario. También tenia en otro casillero un pañuelito negro que compró mi tía cuando murió el abuelo, en otro un escarpin de su hijita..
Pasó un tiempo, y Tomás hablaba una y otra vez de sus ganas de abrir los casilleros trabados. Los primos compartíamos esa curiosidad pero en Tomy parecía transformarse en desesperación. Tanto, que cada vez que hablabamos del tema, transpiraba, agitaba sus manos y un temblor incesante lo invadía.
Fue entonces cuando decidió abrirlos a la fuerza. Con la ayuda de una herramienta comenzó a golpear la pequeña cerradura tratando de abrir el 180. Tanto golpeó que logró abrirlo.
Acercó su cara y espantado pegó un salto hacia atrás. Cucarachas y arañas salieron en todas direcciones, junto con un olor nauseabundo.
Ya había llegado hasta ese punto y no quería retroceder, tenía que abrir el otro.
Empezó a golpear, y éste ofreció más resistencia. Golpeaba y golpeaba..Hasta que por fin cayó la cerradura al piso. Adentro, una notita de puño y letra del abuelo que decía: "Tomy, decidiste desenterrar tu infierno, tus miedos, tus límites. Esa culpa que tiene un olor insoportable, que está llena de bichos, tiene que ser curada de una vez por todas. Es tiempo de pedir perdón".
Al contarnos la historia, Tomás lloraba desconsolado. Al fin dijo: "El abuelo, tan sabio, me mandó ese mensaje. Esa culpa a la que se refiere en la nota tiene que ver con mi pasado, con la estafa a mi socio y amigo de toda la vida. Ante la quiebra irremediable de la empresa, yo me quedé con cosas de ambos. Ya no se que es realidad y que es sueño...Sólo se que esa caja es mi cabeza."

viernes, 13 de agosto de 2010

La feria



El día estaba cálido y diáfano, y yo que caminando por una feria de antigüedades y ropa, iba totalmente absorta en mi mundo. Mi cabeza le daba vueltas y vueltas al mismo asunto, y me sentía ya en ese punto atrapada como en un laberinto. Eso que te conté el otro día, te acordas?? Bueno, seguía sin ver la respuesta.
Mi actitud, si me hubieras visto en ese momento, era de indiferencia total. Viste cuando vas caminando así, y sí, sacaba algunas fotos pero mi mirada estaba perdida, solo apuntaba al horizonte. Rodeada de gente, sin embargo, estaba sola. Te pasa?
Prendo otro cigarrillo y decido sentarme un poco. Ahi justo enfrente del banco habia un puestito con mucha ropa, y un perchero. Éste el de la foto, ves los colores? Preciosos.
Ahi nomás mi cabeza dejó de lado esos fantasmas y encontré la salida que estaba esperando...simplemente respirar, relajarme y saber que mi cabeza me traiciona, me enrosca e intenta asfixiarme como una serpiente gigante, fue suficiente para hacerla desaparecer. Quizás no llegue a solucionar el tema o si, por ahora me concentro en los colores.