lunes, 19 de julio de 2010

Chipirones salteados


El mediodía en el Mercado de la Boqueria, en Barcelona es agitado. Los fines de semana crece el número de personas dando vueltas, comprando, mirando las verduras, pescados, especias, fiambres y demás exquisiteces.
Hay un restaurant ahí mismo, en una esquina del mercado donde se pueden comer mariscos y tortillas. Nos sentamos luego de esperar un poco (hay que avisarle al "capo" quien te pregunta cuantas personas y sin anotar nada, recuerda el orden de llegada y ni bien se desocupan lugares, hace una seña desde lejos para que te sientes).
El griterío es intenso y solo trabajan hombres. Cada uno tiene una función; el que está en la plancha cocinando los mariscos, el que sirve las bebidas, el que sirve el café, etc. Todos vestidos de blanco, limpios e impecables.
Sentados en la barra pedimos una cerveza y un plato de marsicos y uno de setas (hongos) saleteadas. El sabor de los bichitos, (bien frescos) más el de los hongos, salteados tan simplemente con aceite de oliva y perejil y ajo, explota en la boca.
Al lado nuestro, dos hombres grandes (de unos 65 o 70 años) piden una cerveza y en plena charla piden sus platos. Sin quererlo, me quedo escuchando su conversación ayudada por el alto tono de la discusión. Eran amigos segurmente y charlaban y discutían sobre un pariente de alguno que se habia portado bastante mal con la familia del otro amigo, un lío de plata...
La conversación estaba cada vez mas alta cuando, el mozo apoya el plato en la barra, diciendoles: su plato! Los dos callados miraron el plato y comenzaron a comer. No volvieron a hablar del tema y empezaron a reir y a brindar varias veces.
Al terminar, se despiden con un abrazo, y cada uno toma su camino. El señor mas bajito se da vuelta y le grita: amigo! déja que eso lo resuelvan entre ellos! Nos vemos el sábado que viene.